Produtor
«Leyenda del Páramo»
La historia de la Leyenda.
Cuenta la Leyenda del Páramo que entre la niebla, crece una flor en la vides. Prieto Picudo la llaman. Desconocida, humilde y honesta que como sus gentes, forja leyenda, leyenda de singularidad y proeza. La bodega nace en León, en el Páramo, fruto de una ilusión, un compromiso y mucho trabajo. La ilusión de forjar leyenda, la ilusión por materializar eso que todos llevamos dentro y da sentido a nuestra vida, alcanzar un sueño, que como decía Coelho, se persigue prestando atención a las señales que nos ponen en el camino para escribir nuestra leyenda personal. El compromiso por recuperar lo mejor de una uva legendaria, la prieto picudo. Y el trabajo de mucha gente, un trabajo duro, a veces ingrato, pero siempre imprescindible. Mujeres y hombres convirtiéndose cada día en humildes leyendas de vida.
Fuimos 7 personas las que en 2010 apoyamos el proyecto. Hoy somos más de ciento veinte románticos que aportamos lo que tenemos para contagiar a muchos más. Todos tenemos claro el objetivo, lograr que nuestros vinos, por excelentes, traspasen fronteras y eleven una variedad local, única en el mundo, a un lugar notable.
Pedro, el promotor del proyecto.
Para comprender el proyecto, es necesario hablar de Pedro, Pedro González Mittelbrunn, uno de los socios fundadores y promotor de Leyenda del Páramo.Él es y ha sido una pieza clave en la recuperación de la prieto picudo, una variedad local (centenaria, única y autóctona) casi olvidada. Primero como defensor de la variedad dentro de la denominación de origen, después como director técnico en una de las principales bodegas leonesas y ahora, al frente del desarrollo de Leyenda del Páramo. Pedro encendió la mecha de esta aventura en 2009, elaboró en solitario la primera cosecha de Leyenda del Páramo y adelantó así al nacimiento de la Bodega. Ingeniero Agrónomo y Máster en Viticultura y Enología, practica la docencia como profesor de Enología en los cursos de postgrado de la Universidad de León y ocupa el puesto de Director General y Técnico de Leyenda del Páramo. Esa primera cosecha..., fue todo un reto, una apuesta por la prieto picudo, por nuestra bodega, a medida que procesaba la vendimia el proyecto iba tomando forma, fueron tiempos duros, de incertidumbre, de riesgo, pero, valió la pena.
El Páramo leonés
Mucho se habla hoy de la Ribera del Duero o de la zona de Rioja como las zonas de mayor arraigo y tradición vinícola, pero muy pocos saben la fuerza que tuvo León en la producción de la península. En 1984 León llegó a tener unas 14.000 hectáreas de viñedo frente a las escasas 3.000 de Ribera del Duero. No se trata de restarle pestigio a otras zonas, pero sí de reclamar el protagonismo que León merece. La singularidad de la región de El Páramo está en el propio paisaje, con sus bodegas-cuevas rupestres -Espacios excavados en pequeñas lomas arcillosas que aprovechan el desnivel para formar galerías subterráneas. En el interior de estas cuevas, con las bajas temperaturas del subsuelo, se forma un micro-clima ideal para la elaboración de los famosos vinos de Prieto Picudo-, que salpican la arquitectura de sus pueblos y la legendaria prieto picudo, la rarísima uva que da vida a los campos de Valdevimbre, Los Oteros y Cea.
Historia vitivinícola.
La historia del vino en nuestra provincia tiene su origen antes de la era cristiana. Se estima que los griegos y fenicios trajeron a la península la vid entre 1100 y 400 años antes de Cristo. El cultivo de esta planta tiene mucho que ver en la evolución humana y transformación de pueblos nómadas en sedentarios. La vid necesitaba al menos 3 años de cuidados para empezar a dar frutos, lo que implicaba que quienes trabajan la tierra y sus familias permanecieran estables en lugares próximos a la plantación. En León, como en muchos otros lugares, el asentamiento de viñedos nació en el monacato y empezó a tomar verdadera importancia a partir del siglo XII, momento en que las peregrinaciones a Santiago se hicieron numerosas. Pegados al Camino los asentamientos urbanos y las aldeas fueron creciendo y con ellos, la vida de las comunidades y el consumo de alimentos. Durante mucho tiempo, la nobleza protegió y abusó, pero también alimentó la práctica y elaboración del vino. El pueblo llano labraba, cosechaba y fermentaba el vino en sus bodegas, lo que les permitía pagar rentas y diezmos. El cultivo del viñedo, aunque dependía mucho de las inclemencias del tiempo, resultaba más rentable y más productivo que otro tipo de labor. El traslado de la corte de Felipe II de Valladolid a Madrid, suposo un punto de inflexión, una involución en el desarrollo de la viticultura en León. Los cortesanos eran grandes consumidores de caldos y además solían arrendar sus tierras para tales cultivos. El alejamiento físico inició los problemas con el transporte y la competencia. El "afrancesamiento", no hizo sino empeorar las cosas porque la moda forzaba a que se intentara imitar los vinos franceses más suaves y ligeros. Ya el siglo XIX, fue nefasto para el vino leonés; por causa de batallas se destruyeron viñedos y hacia finales de siglo llegó la filoxera, una enfermedad implacable con las plantas que aniquiló nuestra viticultura. El resurgir de la productividad llega en el siglo XX, injertando vides americanas se consiguó salvar plantas enfermas. Y únicamente, gracias al trabajo y las ganas de superación de la gente, se consiguió batir dificultades estructurales como la falta de concentración parcelaria y la implantación del regadío.
El clima.
El límite geográfico sitúa la zona en un clima mediterráneo frío, pero la elevada altitud de la meseta y la cercanía a la cordillera cantábrica modifican las características climáticas dando lugar a una fuerte continentalidad. En cuanto a las temperaturas, nunca se superan los 15ºC bajo cero en invierno y la media en época de floración y envero, está siempre por encima de los 20ºC. Tenemos un riguroso y largo invierno con persistentes nieblas y heladas, una primavera y verano irregulares y un otoño suave y generalmente lluvioso, en torno a los 500mm. La acumulación de polifenoles y aromas en la uva se ve muy favorecida gracias a la oscilación de temperaturas extremas entre el día y la noche. La baya también se beneficia de la alta luminosidad en la zona, 2700 horas de sol anuales que le dan uniformidad a su maduración.
El suelo.
Todos los suelos son aptos para el cultivo, se situan entre los 800 y los 900 m de altitud y se reparten en:
- Suelos pardos sobre depósitos alóctonos pedregosos. Páramos de raña (depósitos groseros de cantos rodados). Textura entre franco arcillosa y arcillosa-arenosa. Son suelos poco fértiles pero muy resistentes, pobres en materia orgánica y con buena aireación y drenaje. Márgenes del río Órbigo, Laguna de Negrillos, Bercianos y Pobladura de Pelayo García.
- Suelos pardo calizos sobre material no consolidado. Antiguas terazas de los ríos Esla, Órbigo y Cea formadas por la erosión y sedimentación de elementos gruesos. Excelentes condiciones de drenaje interno, aceptable retención de humedad, facilidad en la aireación y penetrabilidad de las raices, pocas sales minerales, profundidad, adecuada proporción de cal y pobre en materia orgánica. Valdevimbre, desde Valencia de Don Juan hasta Villaquejida, desde Gordaliza hasta Sahagún, Gordoncillo y Mayorga, Los Oteros y Tierra de Campos.
La uva.
- Prieto Picudo.
Se distingue fácilmente por su racimo apretado y las bayas con forma ovalada y acabada en punta, de ahí el nombre de la variedad; racimo prieto y baya con forma picuda. Su piel es negra azulada, y su sabor y aroma es dulce e intenso. Pero si hay una característica que la hace única, es la conducción de la viña o tipo de formación. Las cepas viejas tienen la cabeza enterrada y las ramas extendidas sobre el suelo, algo completamente inusual. Esto hace que su poda sea diferente a cualquier otra, mucho más sacrificada, la disposición de las ramas te obliga a relizarla de rodillas, es la famosa y única poda en rastra.
- Albarín blanco.
Es una variedad peculiar y muy escasa, que nada tiene que ver con el albariño, aunque su nombre sea semejante y a veces cree confusión. Es una variedad que sólo se cultiva al sur de las provincias de León y Asturias y es tremendamente especial. Esta variedad se caracteriza por tener una gran frescura y una altisima intensidad aromática. Organolépticamente, conjuga los aromas herbáceos y frescos de la verdejo con la calidez y las notas tropicales del albariño, pero además, con fondos amoscatelados en el posgusto. Actualmente, el cultivo de viñedo de esta variedad se limita a unas escasas 30 ha. en toda la zona de producción de la D.O. Tierra de León, aunque estamos convencidos de que irán poco a poco en aumento a medida que el consumidor descubra los vinos elaborados con esta variedad.
Los viñedos.
Los viñedos se encuentran en un paisaje denominado "El Páramo", situado en el tramo norte de la cuenca del río Duero. Tienen una altitud cercana a los 900 m. Son terrenos llanos, pobres y con gran cantidad de cantos rodados, antiguas terrazas fluviales de los rios Esla y Bernesga. Las tierras de la zona están destinadas fundamentalmente a la producción de uva de vinificación, cereales y hierbas aromáticas como la camomila. El contorno de la llanura está delimitado por los oteros; cerros que proporcionan a los viñedos la protección contra el frío viento procedente del macizo de Picos de Europa. Tradicionalmente, la zona que ocupan nuestros viñedos es conocida como Valdevimbre-Los Oteros, la cual se inscribe en la denominación de origen Tierra de León y en los Vinos de de la Tierra de Castilla y León.